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Viena: Czernin Verlag 2015.
128 páginas; Euro 17,90.
ISBN: 978-3-7076-0529-7.
Lisa Spalt
Muestra de texto
Una competición: sintaxis contra semántica. Así está hecha Ameisendelirium, la obra de Lisa Spalt. Pues el tema del que tratan los textos es (sólo en apariencia, claro) lo de menos. Como focos de luz que se encienden por un instante para mostrar una escena o un estado de ánimo, realzándolos y haciéndonos participar en ellos, así funciona su obra. Trata de paisajes afeados por la mano del hombre, del estar del cuerpo en la naturaleza, de agencias de empleo, universos profesionales y ciencias humanas, de planteamientos de vida o de las presiones de la sociedad del rendimiento, de encuentros en el parque o de las hormigas que evoca el título, todo ello desplegado en un amplio abanico de formas.
Las 37 partes del texto se complementan con ilustraciones elaboradas por la propia autora. Sin embargo, lo que llama la atención en ellos es la colocación de las palabras, el juego con la arquitectura de la frase, que llega al extremo de suprimir (a primera vista) el contenido. Personajes y partes de la oración pugnan por colarse en el primer plano: Spalt intenta reflejar sintácticamente el forcejeo en el que constantemente nos hallamos presos.
La perspectiva narradora lo refuerza. A lo largo de todo el texto se interpela a un “tú” que no alude (primordialmente) al lector, sino más bien a un “yo mismo”. La distancia hacia lo narrado que se crea mediante este recurso generaliza a este yo, abriendo espacios en los que se puede insertar a cualquier individuo. Ese “tú” transmite, también, oralidad y presencia.
El tono narrativo, a menudo con deje maquinal y resonancias de sermón interminable, tiene además carácter performativo, y muchas de sus dimensiones (el sarcasmo, por ejemplo) se revelan con mayor claridad al leer esta prosa en voz alta. El texto suena unas veces como un informe de melancólica resignación fruto del hastío del mundo, otras como un resumen rabioso o indignado, y otras como la verborrea de un viejo profesor pagado de sí mismo que se enreda en la propia trampa de su tortuosa e intrincada retórica.
Spalt nos presenta una capacidad de fraseo absolutamente magistral, llegando a hacer uso del anacoluto, ya que «cada media oración contradice a la que le precede, porque la realidad que el personaje locutor trata de inmovilizar se desplaza constantemente, porque tiene que hacer reajustes permanentes que no acaban de encajar».
Breve reseña a cargo de Lydia Haider, 23 de marzo de 2015,
traducido por María Esperanza Romero
Texto original: http://www.literaturhaus.at/index.php?id=10669
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