Kultursalon Madame Schoscha

La Carta de Jerusalén [40]

Kosen Myo escribe desde Jerusalén sobre su sensación de soledad a su amiga Alissa Salzman que vive en Moscú.
Jerusalén

ilustración: Elena Ponz

Madame Schoscha reside en Barcelona desde hace un buen rato. Altobelli, su querido amigo, sigue viviendo en Berlín. Los dos tienen sus propios tiempos. Y sin embargo en este mundo, mes a mes vuela una carta desde Berlín o desde Barcelona enlazando las vivencias actuales de los remitentes. Como en el Salón Cultural Madame Schoscha, que tiene lugar regularmente en varias ciudades en Alemania, ambos intercambian sus aventuras en el arte y la vida cotidiana. De vez en cuando reaparecen personajes casi olvidados. Este mes, presentamos una nueva conexión surgida en el Este. Kosen Myo escribe desde Jerusalén sobre su sensación de soledad a su amiga Alissa Salzman que vive en Moscú. Ambas amigas se conocieron en Berlín por medio de Madame Schoscha.

 

Querida y estimada Alissa Salzman,

Espero que esta carta te llegue a pesar de mis múltiples silencios y continuas dudas que hacen de escribir una acción fundamentalmente imposible aun teniendo el tiempo. Como sabes, a través de nuestra común Madame Schoscha, me encuentro desde hace un año viviendo en Jerusalén, aunque en este momento te esté escribiendo desde la nevada, organizada y tranquila Suiza.

¿Desde Moscú cómo se ve la nieve? Aquí es, una sustancia cálida que se aprecia desde la comodidad de una chimenea, se toca con guantes y parece azúcar, es una nieve de sabor dulce. Se siente mullida y te hace soñar por tener la capacidad de asemejarse a las nubes, algodón de una infancia, ¿te parecían las nubes algodón a ti también?

Te escribo esto mientras voy leyendo a ritmo de tren, la novela Nieve de Orhan Pamuk, este libro es mi compañero de viaje. Lo compré hace tiempo en Santiago de Compostela de ahí vino conmigo a Alemania y se metió al avión desde Düsseldorf a Tel Aviv. Allá nos esperaba un coche que nos llevó de regreso a Jerusalén después de haber estado tres meses fuera. Al irnos acercando, mi reacción de rechazo iba en aumento. Me cuesta hablar de esta ciudad, como ves la voy bordeando… espero que tengas la buena cualidad de los que saben esperar. Qué te ha hecho ir a Moscú y desde cuándo y por cuánto tiempo. Las preguntas se pueden responder, pero eso no implica incluir la trama interna… Esa es la que más me interesa, pero, ¡cómo preguntar sobre ella!

Empecé a leer Nieve en Jerusalén, aunque parezca mentira, ahí también puede nevar y hacer un frío helado que se encaja en los huesos y te duele. En mi primer invierno me creó un coágulo de tristeza que sigue latente en alguna arteria olvidada. De eso quizás hablaremos en otro momento… leía, pero la impresión de inmensidad blanca no me caló hasta que me encontré con mi libro, de nuevo de viaje. Como te cuento al principio de la carta, de regreso a Europa, la semana pasada en un tren suizo; en el momento en que mi mirada hizo una pausa en la lectura y a través de la ventanilla observé la caía de una nieve al tiempo que el personaje, llamado Ka, estaba inmerso en la suya.

Mirando mis apuntes escribí:

Suspensión de ráfaga nebular, copos volando, precipitados a velocidad horizontal, no caen, viajan y lo hacen en dirección contraria. Pantalla a puntos intermitentes que filtra el paisaje monocromático. Lo borra, porque es él: el frío, la nube y la nieve sus dueños. La costra blanca cubre la tierra, los árboles tiesos, pelos de esta piel latente, recogida de sí misma.
Hay tiempo fuera del tiempo, se para y se observa, es lapso perdido que orbita en la memoria.”

Entre un cambio de tren a otro, cruzando fronteras blandas, voy redactando esta carta y me doy cuenta de que sí es posible escribir, lo que me faltaba era a quien. Gracias al enlace de Madame me pongo por fin a redactar las innumerables experiencias, descubrimientos y anhelos que esta ciudad y país hacen reverberar en mí. Cuando llegué, con mi ejemplar de Cartas escritas durante una corta estancia en Suecia, Noruega y Dinamarca de la autora Mary Wollstonecraft, tenía en mente plasmar a modo epistolar mis experiencias, pero no he logrado escribir gran cosa, porque esta ciudad me hace vivirla de manera tan intensa que las experiencias se me van amontonando sin tiempo a asimilarlas.

Me encuentro por Europa, a bastante gente interesada en visitar Jerusalén, pero está claro querida amiga, que una cosa es ir como turista y otra muy distinta es vivirla. Además, dependerá mucho el cariz de las experiencias de la propia persona: los motivos que la hayan incitado, en qué zona de la ciudad habite, etc… En definitiva, dependerá de cada uno y yo soy ese uno de entre los tantos que te la está contando.

Ya me encuentro de vuelta en Jerusalén, atrás dejé a Suiza y Alemania. ¡Qué visión tan minúscula tenia de Suiza querida amiga, desde la aún más minúscula chimenea del hotel desde donde la observaba! En el tren de vuelta a Zúrich, al lado de la ventana, en mis pensamientos, con mis ojos en el paisaje suizamente constante.

Al poco rato, mi acompañante, quería cambiarse, subir al piso de arriba y señalaba hacia unos asientos detrás de nosotros… Un Clochard, wonderful Alissa, reposaba su cansado cuerpo en su asiento, era suyo Y ÉL MAJESTUOSO. No me había percatado de su presencia, tan engullida que andaba en mí misma. Egoísmo ilusorio que nos hace perdernos de nosotros, pues nosotros querida Alissa somos animales sociales, ¿no crees? Se abrió, al verle una dimensión que unía a la par que separaba a todos los ahí presentes por medio de una nieve invisible y al mismo tiempo oscura. Desprendía un olor fuerte, MENSAJE que mi nariz, en su mundo, no había adivinado. Subimos arriba, pero mi cabeza quedó abajo, junto aquel ser humano en extrema necesidad y soledad. Era de avanzada edad, con manos delgadas, ligeramente rosadas, su cara hinchada, con su ojo derecho lleno de esa nieve oscura y de su fosa nasal derecha colgaban dos finos tubos de plástico y algo así como una goma de color azul. La nieve invisible nos hundía como a ángeles en nuestros asientos. Su camisa a cuadros, señalaba manchas de sangre, lenguaje simbólico. Miré hacia sus pies, ¡triste sorpresa de llevar esos pies tan arcaicos en unos calcetines negros y ligeras sandalias de verano! Pero nadie hacia nada, la nieve invisible le hacía también a él invisible a los ojos de los demás, a pesar de que sus narices les hablaban de la urgencia. ¡Mi urgencia, mi corazón latía triste y al ritmo de una soledad compartida! Los personajes, de aquella Swiss Chocolate Box, iban preparándose para salir, y de ahí un muchacho surgió de la nada cargando cerca de la puerta una maleta y un arpa enorme en una funda azul, ángel de nieve, y el resto, y nosotros y por último él, Le Clochard. Mi velada en Zúrich continuó con escenas sacadas de un sueño, sin conexión ni entre ellas, ni con nosotros.

Recortes y memorias gráficas de este viaje a mi estilo (créditos: TECLA –María CASTRO).

También dejé Alemania, pasando de refilón por la exposición en Frankfurt de Giacometti y Nauman. De ahí, me ha venido la idea de continuar con mi serie de dibujos Family Affairs después de reconocer de nuevo que el arte en sí es la vida: el artista en sí mismo, en sí mismo su vida es su arte.

¡Cómo me gustaría que estuvieras aquí, y digo aquí en el salto del tiempo y del espacio y juntas erguir una barricada con nuestros cuerpos desnudos –como Nauman y su Green Light Corridor-  entre los muros sacros de esta ciudad, entre sus ruinas y sus nuevas edificaciones! Llegué, y me traje a Swiss Clochard, Chico-Arpa y los danzarines rusos que vigorosos iban y venían en la recepción del hotel de Zúrich. ¿Voy a encontrarte también a ti entre ellos? Ellos y tú en esta ciudad conmigo.

Foto: izquierda The Green Corridor de Nauman y a la derecha The White Corridor encontrado en Jerusalén. (créditos: https://www.guggenheim.org/artwork/3166 y Dr. Igor Schapiro).

Aquí se ha de ir con cautela, sabiendo las reglas, livianos, casi sin cuerpo, porque aquí… la libertad, la libertad se ha de inventar, ¿quieres improvisarla conmigo? Juntamos las manos, frente al muro de las lamentaciones gritando “Jerushima”, cubrimos nuestras cabezas al escuchar la voz de Alá y en nuestros cuerpos cruje el tiempo. No somos ni esto ni aquello, por eso tú y yo nos quedamos viviendo en las vías del único tranvía que surca esta ciudad dividida. Me gusta subirme a este tram porque es como estar en cualquier tram de cualquier ciudad en Alemania; para mí, la ciudad es Düsseldorf. Me gusta subirme y tener el coraje de bajar en Damascus Gate, ahí tienes la cicatriz que divide East and West abierta.

Leo a Sason Shaik:

Jerushima

In a random place
At a dim nocturnal moment
I went down into the arcane city,
My ears sealed against
The shrieks of its stones.
To no end.”

Es cierto, no end. Esta ciudad se vive a sí misma en tercera persona; ciega, se devora mientras grita por el dolor que se causa a cada mordisco, se niega a sí misma y el tiempo, como un reloj de pared ‘Piedra de Sol’, no transcurre lineal y se repite y se repite y se repite... Conocí a Sason hace unos meses. Sason, se rodea por cuadros, en un lugar residencial y remoto de Jerusalén. Sason escribe poesía, como yo. Es ella la que sale de nosotros mismos para abrazarnos en la vida. Theory of Bonding, Clusters, Catalysis, Chemical Reactivity, Metalloenzymes and Brain Chemistry. La ciencia sale a nuestro encuentro. Hermanas de lenguaje, ambas caminan dentro de la esencia de la existencia. Saber de ciencia, es abrir las posibilidades del encuentro con el ser más allá del ego, es una conexión con el silencio. (Me pregunto cuál es el lenguaje de las partículas subatómicas y qué se estarán diciendo en este preciso momento dentro de mi propio cuerpo).

La mujer de Sason me contó lo mucho que le asustaron los ruidos nocturnos de los vecinos en los primeros días de mudarse. Por aquel entonces, había poco construido en los alrededores, era un lugar bastante solitario y Sason estaba de viaje… ¡Menudo miedo! Vivir inmersa en ese nuevo apartamento con su hija pequeña completamente aisladas… al final, a base de escucharlos noche tras noche, se dio cuenta de que eran las voces de los animales de un zoo cercano. Te imaginas tener como vecinos animales que lanzan sus odas al aire en la noche mientras tú te arropas entre las mantas.

Continua Sason en “A Still Small Voice”: The Cerebrum winds the heart. Alissa, no sé si es el cerebro o el corazón, el que debe dirigir nuestros pasos, y aquí en “A Still Small Voice” es el cerebro el que winds the heart. De una u otra manera, yo siento que ambos en mí se envían mensajes, se evitan y a la par se disputan el control de mis acciones y voluntad. En mis primeros meses aquí, anduve mucho sin rumbo, tomo parte del poema “Two Little People” de Sason:

“customs agent
To collect
Solitude tax.

*

Alone
Night darkened
And exhaled upon
The amber light.”

The solitude tax is high and I pay it and pay it and pay it walking along the streets of this city with myself and my other self as company! Me pregunto si es normal. ¿Transportas tu solitud por Moscú como una aplicación más del móvil?

Mi querida amiga, no sé si seguir o continuar en otra carta. ¡Hay tanto que decir! Mas esta voz reflexiva se inmiscuye entre los acontecimientos que tanto deseo compartir contigo, hace llenar renglones y renglones. ¿Qué te parece si continuo en otra carta?

Con todo mi afecto,
Kosen Myo.

P.D.: Los poemas que te comparto de Sason Shaik son inéditos, es la primera vez que ven la luz en su versión inglesa. La traducción es de Amitai Ha’levi, un emeritus Profesor de la universidad Technion en Haifa. Los poemas originales en hebreo se han publicado en la revista עתון-77. Two Little People: Iton77, Issue 315, p. 10, 2006; A Still Small Voice: Iton 77, Issue 265, p. 5, 2002; Jerushima: Issue 77, Vol. 307,  p. 42, 2006. (“Iton-77” significa revista-77.

 

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