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Reseña
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Lo que ofrezco es la imagen de una tensión feliz, la imagen de un niño africano empuñando un ramo de flores que enamora a los que pasan volando sin prestarle mayor atención y que, riendo desde una valla publicitaria, no pide más que un poco de algodón de azúcar, algo que, lo mismo que el afecto de sus padres, el niño, de quien se nos asegura que que no ha sido maleado por la vida, por supuesto nunca en su vida ha probado, de modo que tus dádivas, por fugaces que sean, serán apreciadÃsimas, como el contacto de tu mano acariciando curiosa su cabecita.
En agradecimiento, este niño va a crear, en consonancia con el objeto color pastel de sus deseos, el contraste cromático de visos casi glamorosamente obscenos, interesante para a la fotógrafa en el ámbito del tercer mundo, en este punto de encuentro de los desempleados al que tú llamas la isla poblada de palmeras donde, debido a una paradójica falta de personal, la empleada de la agencia de colocación, vestida con túnica blanca y vaporosa, pregona los oráculos de los anuncios, al tiempo que desempeña el papel del destino. Además, puesto que la época de vacas flacas que atraviesas te lleva a desearle a toda costa a la criatura la dulce felicidad que ansÃa aunque represente un ataque a su bienestar, pues su salud ha estado hasta el momento marcada por privaciones que casi le cuestan la vida pero que en realidad más bien la han fomentado, esto podrá aportarte un beneficio personal, que durante un tiempo prolongado te dará la sensación de haber hecho algo verdaderamente provechoso, cosa que deberÃa merecer al menos un premio de arte bien dotado, no es asÃ?
Oh, te expones, mantienes sujetas las manos, sÃmbolos del poder de actuación que te está vedado en este lugar, entre los muslos, a los que defines como el posible escenario de un recibimiento feliz, que tú, consciente de tu carrera profesional, puesto que careces de trabajo aunque no de ocupación, sublimas recurriendo a la vÃa medicamentosa. Anhelas, aunque ya no crees en la realización del sueño ni en que llegue a cumplirse, ser elegida por ese consorcio que representado en el papel donde figuran las condiciones del concurso por un con una cabecita sonriente que quiere captar simpatÃas y que te resulta repugnante. Qué trofeo…!
SÃ, decidida y visionando como has aprendido tu meta que sin embargo no aciertas a imaginar, piensas que en el momento en que se cumplan tus anhelos, puesto que no podrás, eso esperas, mantenerte firme con tanta sorpresa, y hallándote en una situación absolutamente comparable con la de ser alcanzada letalmente por una bala, al fin te levantes de un salto triunfante de tu silla, que simboliza la mierda en la que has estado sumida hasta el momento, y esa expresión de conmoción interior que es lo mÃnimo que le debes a una sociedad que no te necesita, como te lo ha hecho saber ya bastantes veces a través de objetos que en tono de reproche te restriega por las narices y misteriosas palabras susurradas al pasar rozando la pared, para luego acabar subrayando con el gesto de levantar los brazos – la receta de éxito que ha resultado ser tu vida y que, lanzado a la multitud por un azar nacido tal vez, cosa que nunca sabrás, de manera indirecta de tus cálculos – lo cual, disimulando como disimula tu consternación por el hecho de que a partir de ahora estés atrapada, por falta de alternativa, en ese montaje elegido por ti misma, convierte a la ruda empleado de la agencia de colocación en una chica de risa feliz que levanta la mirada hacia ti como si fueras su hermana mayor cuyos dulces secretos sólo puede intuir hasta que le llegue el fracaso definitivo, mientras que tú entras en estado de trance a fin de lanzarte, en ese clÃmax dramático, en brazos delpúblico, mero producto de tu imaginación, que te recibe ahora que te estrellas contra el suelo como si volvieras en ti cual madre que, rodillo en mano, reclama obediencia incondicional.
(Pág. 10 y s.)
© 2015 Czernin Verlag, Viena
Traducido por MarÃa Esperanza Romero
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